08/04/2015 22:59:41 - Xalapa, Ver. por Miguel Ángel Sánchez de Armas
Esta serie de cuatro artículos apareció originalmente en el semanario Punto y aparte que dirige en Xalapa el gran periodista Froylán Flores Cancela. Los reproduzco para la reflexión en ocasión del 77 aniversario de la expropiación, en momentos en que la discusión sobre el petróleo se ha encendido de nuevo.
(III de IV)
La expropiación lanzó una onda expansiva que cimbró a los mercados financieros, a los círculos diplomáticos y a los medios de comunicación de un mundo que se aprestaba a la guerra. Naturalmente fue en la prensa de Estados Unidos y de Gran Bretaña, los países más afectados, en donde el hecho tuvo mayores espacios. En las planas de grandes diarios metropolitanos y de los regionales, y en las revisas informativas que comenzaban a circular (en 1938 Time estaba en su quince aniversario) se siguió puntual y abundantemente la información del insólito espectáculo de una nación tercermundista enfrentada sin vacilar y con éxito al poder de los consorcios petroleros. Con el tiempo, las publicaciones periodísticas serían la artillería pesada de las ofensivas de propaganda enderezadas contra el gobierno de Lázaro Cárdenas.
Mucha de la información que aparecía sobre la expropiación tenía su origen en Nueva York, en Washington, en Chicago o en Los Ángeles, a partir de declaraciones de políticos, diplomáticos y hombres de negocios extranjeros o con datos proporcionados por la Standard Oil y demás empresas expropiadas. Otras fuentes fueron las agencias cablegráficas que también transmitían desde México. El periódico que cubrió el evento de manera más directa, consistente y sistemática fue The New York Times a través de su corresponsal, Frank L. Kluckhohn, y sus notas eran frecuentemente retomadas por otros medios. Hubo visitas de enviados especiales, desde luego, entre ellos Anita Brenner, del New York Times Magazine; Betty Kirk, del Christian Science Monitor, y Adamatios Theophilus Polyzoides, de The Los Angeles Times. El 28 de marzo, diez días después de la expropiación, The New York Times publicó una nota de seis párrafos dando cuenta de la visita de 118 representantes de la California Press Association a México y su recorrido de dos semanas por el país. La "nota" fue la declaración de un ex gobernador de California que estuvo con la delegación, en el sentido de que "el misterio de la expropiación es saber si México va a conseguir el dinero para pagar por las propiedades tomadas".
Otra cobertura que ocupó espacios y contribuyó a la desinformación sobre la medida expropiatoria fue la de "interés humano" sobre la suerte de los empleados extranjeros. Si bien no se registraron casos de violencia física en contra de ellos o de sus familias durante la toma de las instalaciones en diversos puntos del territorio, algunos incidentes se inflaron desproporcionadamente y dieron la idea de una inminente persecución que evocaba a la que sufrieron los extranjeros durante el alzamiento de los bóxers en China a principios de siglo. El 22 de marzo, el New York Times publicó una nota de primera plana, firmada por Kluckhohn, con la cabeza "35 americanos huyen de la zona petrolera mexicana; británicos en éxodo - Salen apresuradamente del Istmo de Tehuantepec luego de amenazas de muerte a extranjeros - Se reporta la detención de un ciudadano - Se dice que un ejecutivo de una subsidiaria de la Standard fue detenido por trabajadores en Tampico". En el cuerpo de la información se afirma que los estadounidenses y británicos fueron objeto de amenazas, pero no se precisa cuándo y cómo tales amenazas tuvieron lugar. El supuesto incidente fue reproducido por otros diarios y se generó un ambiente de alarma por la seguridad de aquellos extranjeros. Pero en los informes de la Embajada norteamericana el incidente apenas si se le menciona como una fricción pasajera, y los propios involucrados poco después aclararon que nunca fueron objeto de amenazas y que el supuesto "enfrentamiento" había sido en realidad una discusión acerca de los tiempos y la forma en que algunas oficinas debían ser entregadas a los representantes acreditados del sindicado. Ni el New York Times ni Kluckhohn aclararon posteriormente la información.
Otro tema desplegado por los diarios que alentó la consternación entre los públicos norteamericanos, fue el de las ventas de petróleo mexicano a las potencias del eje después de la expropiación, pero sin aludir al boicot de las petroleras que obligó al gobierno de Cárdenas a buscar urgentemente mercados en Europa y Asia y desde luego sin hacer mención de que empresas estadounidenses como la Standard Oil tenían años proveyendo de combustible a Japón, a Alemania y a Italia. De esta manera se atizaba la sensación de que los mexicanos habían gravitado hacia la esfera de influencia del fascismo y se fortalecía el percibido antiyanquismo del gobierno de México.
Además de la falta de contexto histórico, las informaciones servidas por la prensa estadounidense a sus auditorios frecuentemente tenían como fuente única a las empresas expropiadas y no incorporaban la versión de los mexicanos. Por ejemplo, casi invariablemente se reproduce la cifra de entre 400 y 450 millones de dólares como valor de las instalaciones expropiadas que las propias empresas dieron a conocer en el primer momento, pese a que desde 1935 el Departamento de Comercio de Estados Unidos había situado el valor en 69 millones de dólares y el gobierno de México en 64 millones:
Se destacaba el daño infligido a las empresas sin mencionar que muchas concesiones habían sido obtenidas por medios ilegales o inmorales, y sin hacer mención de las ganancias obtenidas durante los años de operación, el control absoluto sobre los volúmenes de producción, la evasión fiscal y las condiciones de los trabajadores, que si bien mejores que las de otros trabajadores, eran inferiores a las de sus homólogos extranjeros.
Al reseñar las manifestaciones que siguieron al 18 de marzo, las informaciones dan mayor importancia a incidentes como el abucheo de turistas norteamericanos y las consignas antiyanquis -y sugieren un acarreo de participantes- que al hecho evidente del amplio soporte popular que la medida desató, algo que historiadores como Albert Michaels y el propio embajador Josephus Daniels no pudieron menos que notar. "Una ola de entusiasmo desbordante recorrió el país", escribió Daniels. Y no escapó a su ojo de periodista profesional y diplomático, que el entusiasmo popular fue compartido por los mexicanos más allá del petróleo, convencidos que debían formar un sólido frente único. Michels escribió que durante un breve interludio, "Cárdenas había logrado la unidad por la que había luchado desde su elección".
Otro tema que no fue incorporado con el valor informativo que sin duda tenía, fue la reiterada promesa del gobierno cardenista de que las empresas serían compensadas de manera justa y equitativa conforme a la ley mexicana, lo que se tradujo en informaciones sesgadas que no daban al lector elementos claros de juicio. Como dato interesante, los hábitos personales de austeridad, trabajo y honradez del presidente Cárdenas sí encontraron espacio en muchas de las informaciones, pero junto a la nota de sus simpatías "pro comunistas" o "pro socialistas". En un artículo de Frank Kluckhohn -el corresponsal del New York Times que sería expulsado del país por lo sesgado y prejuiciado de sus despachos- se alaba a Cárdenas por su alejamiento de las clases aristocráticas y su cercanía con el pueblo y se le describe como "un hombre de buena voluntad" quien sin embargo estaba empeñado en programas que estaban llevando al país hacia un "Estado totalitario".
Aunque la mayoría de los comentarios editoriales fueron desfavorables a México, se registran excepciones. El 10 de abril Bertram D. Hulen en el New York Times se congratuló de que las relaciones oficiales entre México y los Estados Unidos hubiesen salido airosas de la tormenta ocasionada por la expropiación. Adamatios Theophils Polyzoides, de The Los Angeles Times, viajó a México y reportó que entre el pueblo privaba en realidad una fuerte corriente de simpatía hacia Estados Unidos, que Japón y Alemania eran muy poco admiradas, que los principales diarios coincidían en que México pagaría su deuda petrolera y que ésta era un asunto doméstico y no internacional. Después de desmarcarse de la corriente periodística que proclama que unas cuantas semanas son suficientes para escribir un libro de análisis, Polyzoides informa que México está en paz porque trabaja intensamente y que "las diversas fuerzas vitales desatadas por la revolución están de alguna manera bajo control". En el New York Times Magazine, Anita Brenner elogió los programas sociales del presidente Cárdenas que permitieron que muchos mexicanos "comprendieran por primera vez que eran ciudadanos con derechos" y dieron a los campesinos la primera esperanza de una vida segura y con comodidades. Bruce Rae, editor adjunto del New York Times, entrevistó al presidente Cárdenas y recogió la invitación personal del Primer Mandatario a las empresas para buscar en forma conjunta un arreglo. Randall Pond escribió en la revista católica Commonweal que "cualquier norteamericano que haya conocido aunque superficialmente los métodos de las empresas petroleras en su propio país, bien puede imaginarse lo que una llamada ‘nación atrasada' debe sufrir cuando uno de los más poderosos monopolios internacionales deja caer todo su peso para obtener el oro negro". Y añade que los pueblos que guardaron silencio durante mucho tiempo "ahora revelan cómo hombres y mujeres fueron drogados, alcoholizados o asesinados para despojarlos de sus terrenos petroleros".
Hugh Morgan tiene un juicio implacable: "La prensa norteamericana examinó a la presidencia de Lázaro Cárdenas a partir de sus propios prejuicios, y sus informaciones raramente fueron nutridas por el entendimiento de la dinámica de la sociedad mexicana o por el conocimiento de la historia de México. Los periodistas, al no poder apartarse de su chauvinismo, dieron a sus notas un tono hipócrita. Determinaron qué era verdadero desde el punto de vista de los valores culturales, actitudes y creencias preconcebidas estadounidenses, de tal suerte que al escribir sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en el cardenismo necesariamente se referían sólo a aquello que podía interesar a los lectores estadounidenses".
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