La vigilia terminó muy temprano por la mañana, cuando los más cercanos al Comandante en Jefe decidieron que ya era hora de llevar los restos de Fidel a Santa Ifigenia, para finalmente descansar eternamente.

Es curioso que se haya declarado un novenario cuando históricamente la Revolución Cubana abrazó al ateísmo; no obstante de las visitas del Papa Juan Pablo II, en 1998, recibido por el propio Fidel; de Benedicto VI, en 2012; recibido por Raúl; y finalmente las dotes diplomáticas del Papa Francisco, de quien se dice tuvo mucho que ver con la ya legendaria llegada a esta isla del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, cumpliéndose la profecía atribuida al Caballo Ausente de un Papa Latinoamericano y un Presidente Negro en EE.UU.

Tuvieron que pasar 57 años para que la Caravana de la Libertad nuevamente rodara por los caminos de la isla, ahora a la inversa, partiendo de La Habana que lo recibió victorioso en 1959, y culminando en la heroica Santiago que comenzó todo en 1953, con el fallido asalto al Cuartel Moncada.

Miles caminaron de la Plaza "Antonio Maceo" hasta el cementerio, a una prudente distancia solicitada por la familia. En el punto, varios agentes de seguridad vestidos de civil y del Ministerio del Interior ya esperaban con cordones para evitar el paso a los no autorizados, incluida a la prensa, excepto la oficial.

Un grupo de cubanos comenta sobre el operativo: "Nosotros podemos venir después. Nosotros somos cubanos y podemos regresar cuando queramos", en una resignación obvia a que muchos no podrán ver la tumba de Fidel (incluidos dos veracruzanos) porque tienen que regresar a sus lugares de origen.

Y sí, dichosos aquellos que podrán regresar, aunque sea por pura curiosidad, a ver dónde quedó el último gran personaje histórico del siglo XX.